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jueves, 30 de diciembre de 2021

Equipo de autoinmunes; Adelanto del libro 2: Autoinmunes en la Mujer. El vínculo Autoinmune.

¿Qué le pasó a esa madre para hacer un vínculo autoinmune?
 Su vínculo.
Adelanto del libro 2: Autoinmunes en la Mujer. El vínculo Autoinmune.
Escrito por: Lic. Juan Cruz Cúneo – Lic. Victoria Grilli.
Equipo de Autoinmunes en la Mujer.
La relación con su madre fue o es muy difícil. Si bien las responsabilidades no cambian, es cierto que muchas de ellas han tenido (o siguen teniendo) una historia compleja con sus familias. Eran épocas distintas donde se mezclaban los conceptos y se confundía la autoridad con lo agresivo, la violencia con el respeto, la crianza con lo arbitrario. Eran tiempos de mucha rigidez que parecieran servir de justificativo para la dureza del carácter, para la explicación sobre las carencias, para entender las equivocaciones. Sus madres fueron personas ásperas, fue una generación que sufrió muchos embates de las sociedades que estaban buscando su rumbo y su camino. El lugar de la mujer era muy distinto, poco y acurrucado; limitado y circunscripto; el espacio para los hijos, sus opiniones y las participaciones en las cuestiones de adultos o familiares estaba mal visto, eran entendidos como insolencias o faltas de respeto y justificaban la violencia como reacción, ubicación y puesta de límites. Una mirada alcanzaba, donde no hacían falta las palabras; donde las emociones eran un indicio de debilidad.
Muchas de estas madres hicieron lo que pudieron. La gran mayoría de ellas cargan en sus espaldas con sus ancestros, porque se vivía de otra manera (las casas eran multitudinarias) y porque la obligación las llevaba a tener que quedarse a cuidar, siempre, a su madre. No existía otra posibilidad. Y esas madres tenían, en su mayoría, unas personalidades muy complejas, agresivas, aún cuando eran sumisas frente a sus maridos, eran arbitrarias frente a sus hijos y no tenían problemas para descargar su ira y frustraciones contra ellos. Estas abuelas nunca cedieron su lugar de autoridad materna frente a sus hijas que habían crecido; siempre se entrometieron, invadieron y usurparon los espacios ajenos, con tal de no perder autoridad. Sabemos que no se puede generalizar, pero también sabemos como fueron las cosas en esos tiempos, los que llegan hasta el hoy. 
No había espacio para la emoción, ni para la confrontación ni para una hija que se diferenciaba. Los tiempos de cambio vinieron mucho más tarde, en esta generación que hoy expresa en su cuerpo la historia de sus ancestros, los silencios mal guardados de sus madres y abuelas. En el medio quedaron ellas, algunas de las cuales hicieron lo que pudieron con sus historias y tienen las marcas del sufrimiento en sus lagrimas cuando se emocionan, se angustian o recuerdan. Muchas tienen en sus espaldas las marcas de una madre que las aplastaba, que les exigía, que aún totalmente limitada las increpaba y les despertaba el miedo. Para las descalificaciones sólo alcanzan con las palabras, ella podía estar postrada pero esa mirada era suficiente para sentirse abrumada y temerosa. Ese gesto áspero, de esa mano huesuda, era lo que alcanzaba para que esta madre saliera corriendo a cubrir las necesidades, los caprichos y las inseguridades de esa señora que no tenía, ya, las fuerzas de antes pero había marcado la historia con sus castigos. 
¿Qué le pasó a tu madre para hacer lo que pudo? Posiblemente el vínculo con su madre, esa es una explicación suficiente. Porque no sólo era ella con la que tenía que lidiar, también era su padre y los problemas entre ellos. Que por ser la hija mujer siempre terminaba en el medio, o haciéndose cargo porque los varones se habían ido de la casa. Por ser mujer había heredado ese lugar de cuidado, vivido como una condena por la cual quedaba atrapada en la ambivalencia, entre esos sentimientos fuertes y encontrados, el enojo que llegaba a la furia, la culpa y el miedo de pensarse alguna vez (en el futuro) allí, en la relación con su hija. Le pasó que nunca pudo decir nada de todo lo que sentía, que su cuerpo aún hoy en día carga con todas las emociones sepultadas, las broncas y los rencores, los dolores profundos y las injusticias. Pasa que ella siente que ha hecho un esfuerzo enorme por salir adelante, que su independencia le costó sangre, sudor y lágrimas y que la vida le debe mucho, que no va a llegar a tiempo. 
Ella está entrampada entre dos generaciones, donde nunca pudo ser cuidada como hija porque siempre tuvo que sostener a su madre. Y luego, cuidar de su hija porque se sentía responsable. Tal vez, siempre se sintió postergada, en lo personal, en lo profesional y posiblemente como mujer. Tal vez le pesa no haber podido disfrutar, no poder sonreír porque la amargura la alcanzó muy temprano. Y ve en su hija esa soltura que, en el fondo, envidia; o ve que ella tiene los beneficios por los cuales ha trabajado mientras que está cansada de luchar tanto. Pero, aún, la tarea no está cumplida. 
Creció en un ambiente de exigencias, desarrolló así su estilo de vida. Su cuerpo puede estar expresando la crudeza de esos tiempos, posiblemente tenga una o varias autoinmunes; seguramente tiene muchos dolores y pesares que llora en silencio; seguro que le duele la vida y sigue adelante. 
Nada justifica poder reconocer los errores y mucho menos lastimar a las siguientes generaciones; pero estas madres sienten que es injusto el reproche que les llega de sus hijas. Ellas sienten que han hecho todo lo posible para salvarlas de la vida que ellas han tenido, y les enojan los reclamos y los planteos que tienen razón y derecho, pero a veces poner las cosas en perspectiva ayuda para que nadie más salga lastimado.
Todas y cada una tiene su historia, sus formas y sus emociones. Muchas de ellas han sufrido y tantas lo siguen haciendo. A la gran mayoría, la vida las ha hecho duras, rígidas y estrictas; pero llevan en el fondo un corazón lleno de dolor y de sufrimiento.
Ellas también cargaron con un vínculo autoinmune, no lo supieron, posiblemente no se han podido librar de allí. Y por eso, hicieron lo que pudieron, repitiendo patrones y modelos, formas aprendidas y otras enquistadas; formas que no fueron sanas pero que están marcadas en la piel y hasta los huesos.
Historias de encuentros y desencuentros, como madres, como mujeres y como hijas.
Equipo de autoinmunes

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