"Dejé de decepcionarme cuando entendí que todos pensamos y reaccionamos diferente. Que somos seres únicos. Entendí que muchos se "dicen" amigos pero no se "hacen" amigos. No todos tienen la espalda, ni el hombro capaz para sostener cargas que no son suyas. Ni el corazón dispuesto a alegrarse del éxito del vecino o de a quien un día le dijo amigo. Llevan arrastrando dolor, amargura, frustración y debilidades en su propio equipaje.
Dejé de decepcionarme cuando entendí que no todo lo que brilla es oro y que el universo está lleno de meteoros que golpean duro pero brillan pareciendo estrellas.
Dejé de decepcionarme cuando ví que a mí alrededor están los que me conocen, los que me valoran, los fieles que un día les dí a guardar un secreto y lo mantienen intacto. Los que buscas y no ponen como excusa horarios, ni distancias. Los discretos que no andan escudriñando. Los que conocen realmente la profundidad y el valor tan sagrado que es el ser Amigo.
Dejé de decepcionarme cuando aprendí que todos tenemos nuestras propias fragilidades y que somos seres imperfectos. Y que debo concentrarme más en las ganas de sobrevolar a cualquier tipo de abuso y maldad. Y que el no causar daño con mis fragilidades es lo que cada día me llevará a ser un poco más sensible, más empática, más humana.
Dejé de decepcionarme porque sigo creyendo que la esperanza y el amor son más grandes que cualquier clase de dolor ".
Autora: Marcela J. Villalón
Fragmento de "Los días que me llegan".
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